El otro día iba en el coche con mi familia y tomé una decisión muy loca: sintonicé una emisora diferente a la habitual, una de música urbana. Por los altavoces sonó la voz aflautada de un joven que parecía latino. Le decía a una chica que aunque lloviera no era necesario que llevara paraguas, que total se iba a mojar de todas maneras (no os riais incautos, eso es lo que escuchan vuestros hijos). Mi hija me miró con candidez y me preguntó cargada de sentido común que cómo era posible que la chica se fuera a mojar si iba equipada con un paraguas; aquello rompía todos sus esquemas. Yo respondí que seguramente el chico vivía aquí y que, como ya hemos comprobado en nuestras propias carnes, no hay paraguas que resista la potencia de un temporal gallego. Ella se quedó en silencio, no parecía satisfecha con la explicación. Mi mujer zanjó la discusión apagando la radio: “son cosas de mayores”.
Tengo miedo a que mi hija crezca. Es un miedo destinado a convertirse en gigante, pues engordará y engordará a medida que la niña vaya cumpliendo años. Poco después de escuchar aquella perversa pero pegadiza tonada, asistí a otro descubrimiento vital de mi pequeña. Se bajó del autobús del colegio con los ojos haciendo chiribitas, como en una nube. Me contó que un niño mayor que ella le había hablado de improviso. Nadie sabe cómo, pero conocía su nombre y hasta su edad. Le dijo, además, que era mona. Estaba claro: mi hija había ligado. Tiene cuatro años.
“el miedo, después de dos temporadas consecutivas al borde del descenso, se ha instalado con firmeza en el entorno del club gallego”
Se acerca Samaín (la celebración de Halloween, como ocurre con todo, tiene sus raíces en Galicia) y nuestros temores adquieren vida propia. En el Celta no es ninguna novedad: el miedo, después de dos temporadas consecutivas al borde del descenso, se ha instalado con firmeza en el entorno del club gallego. Cierto es que en estas fechas este terror se acentúa. Se da la circunstancia de que en las dos últimas temporadas el parón de noviembre -con las calabazas aún adornando las casas- ha servido de escenario para la destitución de Antonio Mohamed y Fran Escribá. Precisamente el actual entrenador del equipo llegó hace aproximadamente un año para sustituir al técnico valenciano.


Así que Óscar García camina ahora pudoroso por la calle, asomándose con precaución a cada esquina, intuyendo sobre él miradas acusatorias. No teme exactamente a ninguna meiga ni a la Santa Compaña, de lo que huye es de la afilada guadaña de Carlos Mouriño.
“El presidente se ha cobrado cuatro cabezas en tres años. Tras la sombra alargada de Berizzo, ninguno vale”
El presidente se ha cobrado cuatro cabezas en tres años. Tras la sombra alargada de Berizzo, ninguno vale: a Unzué le faltaba carácter, a Mohamed le sobraba, Cardoso era más científico que entrenador, Escribá pecaba de conservador y Óscar no consigue levantar el vuelo con una plantilla que está para algo más que para salvarse en el último segundo de la última jornada.
Cada temporada es una película de terror con idéntico guion: mismas víctimas y mismo verdugo. Por el camino, eso sí, han sucedido algunas cosas. Se fue Maxi Gómez (31 goles en dos temporadas con el Celta) y llegó Santi Mina (8 goles en poco más de una temporada) acompañado de unos cuantos millones. Lo que al principio se celebró como un auténtico ardid de experto negociador se ha terminado consumando como un chollo, sí, pero para el Valencia. Es el cuento del timador timado, como cuando en las películas el mejor jugador de póquer finge ser un lelo para terminar después ajusticiando sobre el tapete al villano de turno.
“se demostró entonces que el DNI, por sí solo, no gana partidos”
También llegaron varios jugadores de la casa en la celebérrima ‘Operación Retorno’. Acostumbrados a la comodidad que proporciona ser un secundario en un equipo grande, no han sabido soportar el peso de la responsabilidad. Se demostró entonces que el DNI, por sí solo, no gana partidos. El misterio ha rodeado desde entonces al Celta, repleto de calidad individual, dicen, inexplicablemente hundido en las últimas posiciones, dicen, pero a años luz de comportarse como un equipo.


Algunos de estos retornados permanecen en el equipo, pero no todos. Rafinha, tal vez el que mejor entendió dónde estaba y a qué jugaba, se fue gratis al PSG y dejó un boquete en la plantilla que no ha sido subsanado. Óscar pidió mejorar la columna vertebral y le trajeron a Murillo, lo que a lo sumo propicia que el enfermo se pueda incorporar de la cama, pero sea incapaz de caminar erguido. Con Emre Mor como forzada estrella de la pretemporada y con la grotesca salida de un recién llegado -Vadillo- que no llegó a debutar, como guinda del mercado.
“se acerca Halloween y todos tenemos miedo, pero ninguno tanto como el próximo entrenador del Celta”
Así están las cosas para un equipo que posiblemente cambie de entrenador si cosecha resultados negativos en los tres próximos partidos (ante Levante, Real Sociedad y Elche), lo que por otra parte no sería ninguna sorpresa. Y se acerca Halloween y todos tenemos miedo, pero ninguno tanto como el próximo entrenador del Celta. Recibir esa llamada tiene que ser aterrador.