En las últimas semanas volvemos a asistir al eterno debate del siglo XXI sobre el futuro de las competiciones de clubes. Los gigantes europeos aspiran a una competición propia y exclusiva, en la que no estén obligados a rendir deportivamente para ganarse una plaza y puedan poner límites a la solidaridad con el resto del sistema. Tarde o temprano, ese momento llegará, y creo que la pregunta es pertinente: ¿No deberíamos plantear un debate similar en España si queremos una pirámide competitiva de mayor calidad?
LaLiga ha dejado claro que planteará batalla para mantener el actual formato de Primera y Segunda División, si bien la Premier League y la Ligue-1 ya se han abierto a reducir su tamaño en pro de mayor protagonismo para los torneos internacionales. “Si no tenemos un plan sólido, alguien lo escribirá por nosotros”, asumía la todopoderosa liga inglesa. Y eso, no se equivoquen, acabará trasladándose a Segunda B y Tercera División.
Los gigantes europeos aspiran a una competición propia y exclusiva… ¿No deberíamos plantear un debate similar en España?
Aquí también hace años que se discute la necesaria reducción del número de clubes, y es normal. ¿Quién se atreve a invertir en un club que para optar al ascenso debe someterse a la incertidumbre de ganar una fase regular y bordarlo en hasta tres eliminatorias? ¿Qué diferencia hay entre apostar a eso o a encontrar agua en el desierto?


Fíjense que, al igual que en Europa, el cambio ha venido promovido por los clubes. La Primera División RFEF, o Segunda B PRO, llámenla como les apetezca, es un primer paso. Pero no podemos considerarlo definitivo cuando aún hablamos de 40 equipos de fútbol, por más que suponga una fuerte reducción respecto a los 102 que actualmente buscan dar el salto al fútbol profesional en el año más complicado que atraviesa la industria deportiva.
La Primera División RFEF o Segunda B Pro es un primer paso
Es un primer paso, y debemos aplaudirlo. Cambiar un sistema rígido, en el que jamás será posible contentar a todos, es una ardua tarea. Está bien. El camino ha empezado y cuanto antes lo asumamos, mejor: el futuro de la pirámide competitiva en España pasa por una mayor verticalización de las divisiones: cinco categorías semiprofesionales por debajo de LaLiga, si quieren, pero de ámbito estatal y un ascensor de ascensos y descensos menos complejo.
El fútbol español alejado del foco mediático necesita de mecenas, y estos sólo llegarán si les resulta sencillo entender cómo se pueden escalar posiciones para que un día la rentabilidad no dependa del aire. Es el fútbol-negocio sí, pero la alternativa es la de equipos quebrados por los intentos frustrados de ascender.