– “Crúzame al otro lado del río, por favor”, dijo el escorpión al pato.
– “No, que me picarás y me moriré”.
– “Cómo voy a picarte, si eso es una muerte segura para ambos”, argumentó con aplomo el alacrán.
El pato, tras reflexionarlo, accedió.
Y a mitad de camino, en mitad del río, el escorpión le clavó el aguijón con saña y precisión, con todo el veneno. Moribundo, el pato, le preguntó por qué lo había hecho.
– “Qué voy a hacer, soy un escorpión”.
Fábula popular.
En verano, en plena pretemporada, Javi Gracia fue saludado alegremente por el valencianismo, seguramente atemorizado de la llegada de un entrenador de un perfil diferente. Más entusiasmo hubo en las filas menos belicosas con Meriton que entre los críticos, justo opuesta lectura a la que hoy vemos reflejada en los medios y las redes. Su trabajo más coherente con ese añejo estilo que gusta en Mestalla, los buenos resultados en los amistosos –cuándo aprenderemos- provocaron una adhesión incondicional de toda la familia blanquinegra. Fue ungido el preparador navarro como el salvador, el clavo ardiendo al que agarrarse para hacer una buena temporada. Los optimistas anunciaban que no había tan mala plantilla, que los futbolistas que se fueron habían acabado novenos, que llegarían fichajes y que el equipo sería competitivo. El inicio de Liga ante el Levante, sus declaraciones de decepción cuestionando el inexistente plan deportivo y, sobre todo, la sensación permanente de coherencia discursiva, de que no era el anunciado “funcionario” deseado por Murthy y Lim, le consagraron ante los escépticos. Nadie, de hecho, le recriminó con excesiva fuerza, a mi juicio, su dimisión no completada. Para mí un hecho tan coherente y humano como censurable en sus formas, ya que debió permanecer en privado, sin publicidad. Parecía que, ante tanta impericia a su alrededor, la crítica sería comprensiva con el banquillo.
En verano Javi Gracia fue saludado alegremente por el valencianismo… Parecía que la crítica sería comprensiva con el banquillo
Como el escorpión que cruza el río, el implacable tribunal futbolístico y social, no puede evitar su naturaleza: buscar la culpabilidad del entrenador, el blanco más fácil de este entramado empresarial y sentimental que es el deporte. No voy a enjuiciar a quienes consideren que Gracia es la causa de que el Valencia transite en la mediocridad, con 15 puntos. Cada uno que sea libre de hacer sus conclusiones o seguir una agenda programada. Personalmente, discrepo. Después de 25 años siguiendo el fútbol profesional y, más de 13 viviéndolo desde dentro, creo que no existe un colectivo más preparado que el de los técnicos. Eso no quiere decir que, en ocasiones, incurran en errores o se obcequen en decisiones. Pero, en general los preparadores deberían ser más respetados. En Valencia existe una corriente, minoritaria, que defiende que la plantilla valencianista tiene un nivel para acabar en zonas altas de la clasificación. El propio Presidente del Valencia la mantiene y afirma que no han vendido a los mejores jugadores. Esa opinión, convenientemente repetida, no deja de ser una piedra al cuello de Gracia, al que los abanderados de esta ola argumental ven como un lastre, como un entrenador demasiado defensivo, incapaz de sacarle el rendimiento al grupo de jugadores que le han conformado.
El implacable tribunal futbolístico y social no puede evitar su naturaleza: buscar la culpabilidad del entrenador
Si ustedes analizan otros clubes, especialmente en los que socialmente están débiles, los influencers o analistas más contrarios a los entrenadores, se suelen encontrar entre los más fervientes defensores de sus presidentes o gestores. Le pasó a Valverde en el Barça, por ejemplo. O a Zidane en el Real Madrid, al que calientan a base de bien en medios muy vinculados editorialmente a su presidente. A alguien hay que matar, claro, y no va a ser el que me da información o privilegios. Y los entrenadores suelen permanecer al margen de estas guerras porque, a diferencia de dueños y presidentes, saben la verdad de esto: a ellos sólo les salvará ganar partidos, no tener opiniones favorables.


Con esto no quiero hacer una defensa numantina del papel del entrenador. Seguramente, hay situaciones en el Valencia que son debatibles o, incluso, decisiones tácticas que, necesariamente, aunque perceptibles, necesitan ser explicadas para ser más entendidas. Pero no olviden que Javi Gracia es quien entrena cada día con sus jugadores y quien sabe el rendimiento que puede dar cada uno y en qué parámetros. La pregunta, viniendo de empatar con brillantez en el Nou Camp, tiene aún más sentido que tras las derrotas o empates grises. ¿Tiene la actual plantilla nivel para más? La realidad es que con 14 jornadas disputadas ya hay suficiente terreno cubierto de esta campaña como para evaluar la realidad y no con proyecciones imaginarias. Ocho o nueve futbolistas nivel Champions, otros tantos de nivel de la categoría, y otros tantos sin contrastar, aún, en Primera. Una mezcla con demasiado riesgo. En todos los clubes de las mejores categorías europeas puede haber 2 o 3 apuestas, pero hay una inmensa mayoría de futbolistas contrastados al nivel de exigencia de cada institución. Sin embargo, a fuerza de lógica, si los jóvenes van asentándose el equipo debería mejorar en su puntuación. Muchas veces la diferencia entre ganar y no hacerlo no está en otra cosa que en saber como se logra. Es, simplemente, el haber ganado mucho, el aprender como controlar los partidos con juego, pero también sin él, lo que te hace ganador.
¿Tiene la actual plantilla nivel para más? Ocho o nueve futbolistas nivel Champions, otros tantos de nivel de la categoría y otros tantos sin contrastar en Primera. Una mezcla con demasiado riesgo
El fútbol ha evolucionado hacia una alta intensidad, una competitividad salvaje, donde cualquier equipo –de esos que algunos de ustedes desprecian porque no son glamourosos– juega y compite a un nivel alto físico y táctico. Un nivel que se adquiere, necesariamente, con la experiencia y el trabajo sostenido en el tiempo. La relación de jugadores existente, sin infravalorar ni personalizar, es un apuesta de alto riesgo, un experimento forzado por las cuentas precarias, ni siquiera programado o planificado. Configurar una plantilla tiene sus códigos: el primero, mezclar equilibradamente experiencia y juventud. No sobrecargar el equipo de líderes veteranos, pero tampoco prescindir de ellos, no pasarte con el número de los zurdos, tampoco con jugadores internacionales transoceánicos, que un mismo agente no tenga demasiados integrantes, que el entrenador se sienta cómodo con alguno de los futbolistas a la hora de que le maneje el vestuario… es una fórmula mágica, compleja, que se debe conocer y equilibrar. La suma de la calidad teórica de los jugadores se multiplica o divide dependiendo de esta alquimia deportiva.


El Director Deportivo que ha conformado este grupo se llama Mercado. Se quedaron en verano los que no te han comprado o, al menos, los que no te han comprado por una cantidad suficientemente alta. Ahora, ¿a quién debe fichar en enero? El Valencia, y no creo en una causa motivacional, ha jugado sus mejores partidos de la temporada ante Real Madrid y Barcelona. La constante es que estos dos equipos quieren el balón, le evitan al Valencia apoyarse en su talón de Aquiles: la construcción de juego. El equipo ha sufrido bajas, mantiene un buen once titular, pero el banquillo sigue lleno de futbolistas aún en formación. Le falta control de juego con la pelota, no sólo de índole técnico, sino de personalidad para tenerla, y se siente desatado y feliz al contragolpe o, cuando no tiene ya nada que perder. Es un buen equipo en transición, veloz y con piernas, pero al que le quema el balón ante rivales que le esperan atrás. Me atrevo a compartir que en esos parámetros económicos restringidos, cesiones y sin opciones obligatorias, hacen falta refuerzos con jerarquía con la pelota, más allá de la edad. Un mediocentro y un central, a ser posible zurdo. Completarían la plantilla exponencialmente. No le estamos descubriendo nada a Miguel Corona, profesional y trabajador, que lleva escrutando esas necesidades desde verano, pero encerrado como un toro en toriles, sin poder firmar futbolista alguno, al menos por el momento.
El equipo mantiene un buen once titular pero el banquillo sigue lleno de futbolistas en formación… Un mediocentro y un central completaría la plantilla exponencialmente
A pesar de estas aristas notorias, incluso, el Valencia Club de Fútbol echa más en falta a otros factores, en este libreto, que a la propia calidad competitiva de sus integrantes. No me refiero a otros futbolistas, sino a conceptos. Fundamentalmente la tranquilidad institucional -que depende de decisiones sociales, de una gestión coherente- y, también, el público de Mestalla. Al futbolista, en general, dice la Regla 1 de cualquier manual de gestión, hay que dotarle de todas las herramientas para que no tenga nunca excusa para no rendir. Hay que exigirle, apretarle y motivarle cada día, pero también tenerle centrado, ilusionado y protegido. El entrenador, sea quien sea, necesita una estructura cabal alrededor, que le ayude en esta misión y le libere de otras responsabilidades que no tengan que ver con el césped. Una propiedad solvente y que tenga profesionales de nivel en su área deportiva y en todas aquellas que atañen a los futbolistas.
PD: Con la excepción de Marcelino, que vivió protegido por su trabajo, por la figura y el liderazgo de Mateu Alemany, más su independencia a la hora de fichar, Meriton Holdings ha triturado a Nuno, Neville, Ayestarán, Prandelli, Celades y, camino va de hacérselo a Gracia, pese a las buenas sensaciones en Barcelona. Sus decisiones institucionales, junto a la política de fichajes y ventas, son una mochila de presión añadida a la espalda de los técnicos, que viven de por sí con el agua al cuello. Una lista de entrenadores tan diferentes, tan heterogéneos, han sido víctimas todos de una situación constante: Lim no ha sabido ni sabe gestionar un Club, no le ha encontrado el pulso al negocio ni al valencianismo todavía, no encuentra la tecla, ni la forma de llevarlo. Una venta de un jugador importante en enero, de producirse, y especialmente si va destinada a que Lim recupere su préstamos, reavivaría la incomprensión del valencianismo con sus actuales gestores.
No se confíen cruzando el río, el escorpión siempre pica.