Nueva temporada, nuevo reto. Nuevo paso de Roberto Olabe hacia la excelencia. O por lo menos, lo que él entiende como tal. Sólo se puede avanzar si se produce la mezcla adecuada. La chapa de Zubieta se consigue, ya no se nace con ella. No viene de serie. Tal y como comenté muchas veces en Deportes COPE Gipuzkoa, el director de fútbol de la Real Sociedad, mano derecha de Jokin Aperribay, regresó con las ideas muy claras: modernizar y retocar la filosofía del club.
Han pasado muchos años desde los bigotes de Zamora y todavía seguimos sin entender muy bien la cacareada manera de proceder. Me encuentro con muchos apasionados a los que se les llena la boca engordando y reforzando los supuestos cimientos, pero luego llega Olabe, firma a un portero del otro lado del charco y le limita minutos y protagonismo a un arquero guipuzcoano.
El debate que planteo es si eso está bien o está mal. Y no acabo de tenerlo claro. Por un lado, si la oveja foránea es buena se incentiva la competencia, pero le resta minutos y protagonismo a la de casa, a la oveja lacha. Esa que has criado bajo unos estrictos estándares de calidad. Y si es mala, puede que te hayas cargado a un buen puñado de proyectos criados en las arenas de La Concha.
¿Qué hubiese sido de Martín Zubimendi si Roberto Olabe y su unidad de reclutamiento se hubiesen encaprichado antes con Peter Pokorny? Que sí, que la respuesta que nunca falla es esa que dice: «los buenos siempre acaban triunfando». Pero mi experiencia en el deporte me ha demostrado por activa, pasiva y perifrástica que no siempre es así. Es más, puede que el tren no vuelva a pasar por tu estación en toda tu puñetera vida.
Salvo contadísimas excepciones el jugador con ofertas golosas no se queda. Se va.
¿Alguien se acuerda de aquel zurdito lesionado que fueron a buscar cuando Martín Lasarte se encontró con Antoine Griezmann? Puede que unos cuantos de su kuadrilla. Así es la vida. Ese mozo era titular en el Sanse, era el jugador en el que los técnicos de Zubieta habían depositado su confianza. ¿Y qué pasó? Que en vez de pillar el tren en la estación de casa, le atropelló un titán que ahora luce en lo más alto del fútbol mundial. ¿Y dónde luce? Fuera. Así es la vida. Salvo contadísimas excepciones el jugador con ofertas golosas no se queda. Se va. Los zamoras y los prietos están en peligro de extinción.
Veréis, adoro a los jugadores de club de toda la vida, o como ahora le llaman los cursis, los one club man. Pero Olabe ha venido con ganas de cambiarlo todo, y los éxitos recientes lo han puesto más cachondo que Cristian Grey en su habitación secreta. No se conforma con acertar firmando a toda una revelación como Alexander Isak, ni se frena por haber patinado (de momento) con Modibo Sagnan… Su camino es el que ha abierto, por ejemplo, con Robert Navarro. No se mira el lugar de procedencia, se comparte el talento.