El Hércules volvió a perder, en esta ocasión ante el Sabadell en el estadio Rico Pérez, con goles de Óscar Rubio y Lanzarote en el segundo tiempo. Tras esta derrota, la continuidad de Lluis Planagumà como técnico blanquiazul pende de un hilo. Foto: Hércules CF.

Con un punto de 12 posibles, en puestos de descenso y a 11 puntos del objetivo, la situación del Hércules pinta peor que mal. Sin alma, sin chispa, sin fútbol ni pegada, el equipo blanquiazul fue un juguete roto ante un Sabadell que vio desde el principio que se podía llevar los tres puntos de Alicante.

En el primer periodo, el conjunto arlequinado estuvo más cerca del gol que el Hércules, pero la falta de puntería de los atacantes del Sabadell permitió a los alicantinos sobrevivir con el 0-0 hasta el descanso. La grada expresó su disconformidad con el juego blanquiazul con una sonora pitada al término de la primera mitad.

El segundo tiempo arrancó con el Sabadell pisando área local. Una buena combinación ofensiva de los catalanes permitió a Óscar Rubio batir a Falcón en el minuto 49. Un gol que hacía justicia a la superioridad del cuadro visitante.

El Hércules se quedó sin capacidad de reacción y la situación se le complicó más con la expulsión de Nani por doble amonestación en el minuto 58. El Sabadell olía el 0-2 y dispuso de varias opciones de cerrar el encuentro con antelación. Falcón y el árbitro, al anular un tanto por un dudoso fuera de juego, lo evitaron.

En el caos, el Hércules tuvo unos minutos de coraje en los que pudo empatar. Casi sin defensas ni centrocampistas y con todo al ataque de forma desesperada apareció el equipo alicantino. El Sabadell resistió con uno más y en el tiempo de prolongación Lanzarote finiquitó el partido con un segundo gol.

Esta derrota deja al Hércules en puestos de descenso a Tercera División, una situación dramática para un equipo cuyo objetivo es ser campeón para llegar por la vía más rápida al ascenso. De momento, esa meta ya está a 11 puntos en apenas cuatro jornadas por lo que el futuro del técnico Lluís Planagumà está más comprometido que nunca.