Ana Belén Cervera, protagonista de las líneas que hoy nos ocupan, conforma una lección de vida en toda regla. La valenciana perdió hace cuatro años la vista a causa de una retinosis pigmentaria, enfermedad degenerativa que provoca la pérdida lenta y progresiva de la visión hasta ocasionar la ceguera.
Un cambio de 180 grados que como no puede ser de otra manera asestó un duro golpe en su vida y estado de ánimo. De hecho padeció una severa depresión de la cual salió aferrándose al deporte, concretamente al spinning, que le ha devuelto la alegría.
“Fue muy duro. Iba en moto, leía, hacía de todo. Me ha costado. Pero de todo se sale”, relata.
Ana ha logrado vencer sus miedos y tumbar muchísimas barreras. Pero no lo ha hecho sola. Tiene un gran apoyo: su perra guía llamada Tolka. “Tolka se queda en la puerta de la sala de spinning porque dentro hay música y se asusta. Me espera tranquila en la puerta hasta que salgo”, explica emocionada mientras acaricia al animal.
Su inmersión en el deporte hace 7 años se la debe a sus hijos Brenda y Javito, de 19 y 18 años respectivamente, quienes jugaban a hockey en el poliesportiu municipal Verge del Carme-Beteró. Para “hacer tiempo” hasta que terminaran de entrenar comenzó a ir a la sala de musculación hasta que abrieron las clases de spinning.
Empezó a hacer deporte para esperar que sus hijos terminaran de entrenar al hockey.
Unas primeras veces en las que tenía que ayudarse de un bastón porque la pérdida de visión estaba ya muy avanzada. Así estuvo durante tres largos años, hasta que como se ha comentado con anterioridad perdió definitivamente la vista hace cuatro cambiando el bastón por la fiel Tolka.
La usuaria del poliesportiu municipal Verge del Carme-Beteró se ha quitado la venda de sus ojos pedaleando y con ella a todos aquellos que hacen de un grano de arena una montaña. El mensaje de Ana es claro: “Me encanta hacer deporte, es algo que necesito”.