El fútbol siempre ha estado ligado al sentimiento de pertenencia de los aficionados a sus clubes. Hay un cántico que dice: «Pasan los años pasan los jugadores (…)». Y al final, con el paso del tiempo, es el aficionado el que marca el presente de su club por encima de los que juegan en el verde. Pero hay casos especiales de jugadores que descubren un hogar en un estadio y una familia en la grada. Los viejos rockeros. Los one club men.
En un fútbol en el que cada día se deja más de lado el sentimiento de pertenencia hacia algo etéreo, ejemplos como el de Carlos Romero dignifican algo tan bonito como el balompié. Aunque aquellos que dicen defender los intereses de la sociedad crean que es simplemente «once hombres dando golpecitos a un balón». Que pregunten en Tamarite si Carlos Romero es simplemente un hombre dando un golpe a un balón o significa mucho más.
Eterno 10
Romero ha sido, es y será uno de los principales valuartes del CDJ Tamarite. Y se despide esta temporada, tras no haber podido conseguir mantener a su equipo en Tercera División Ese equipo que le ha dado todo, pero al que también ha dado todo con su pundonor y su entrega. Aquella grada que hoy llora la marcha de un súper clase que ha maravillado La Colomina con su dominio del balón.
Min. 80, cambio en la Colomina, se retira del campo @carlos_romero11 con toda la afición en pie y ovacionado a nuestro capitán en su último partido.#LastDance 🙌🙌🙌💙💙💙
— CDJ Tamarite (@CDJTamarite) June 13, 2021
Y se marcha delante de su gente dando un espectáciulo. Una oda al fútbol de antaño. Y un trato especial a la pelota. Que como decía otro ’10’, no se mancha. Romero no la ha manchado. Lejos de hacerlo, la ha dignificado por encima del valor que le otorgan una gran mayoría de personas. Carlos, el 10 siempre será tuyo en Tamarite. Sus caminos están destinados a reencontrarse. Por lo que el uno significa para el otro. Y sobre todo, porque cuesta imaginarse al uno sin el otro.