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UD Alzira: El legado del Luis Suñer Picó

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Estadio Luis Suñer Picó. Foto: UD Alzira

UD Alzira: El legado del Luis Suñer Picó

En septiembre de 1973, en las orillas del Júcar, Alzira estrenaba un templo futbolero destinado a la grandeza local. El estadio Luis Suñer Picó nació del empeño de un magnate del arroz y cartón, don Luis Suñer Sanchis, quien quería regalar a su pueblo un coliseo “mejor que ningún otro en Valencia salvo Mestalla y el Nou Estadi del Levante”. En menos de un año se levantaron las gradas y el césped, y el 1 de noviembre de 1973 la UD Alzira inauguraba su nueva casa en un duelo copero ante el Villarreal CF. El empresario bautizó el estadio con el nombre de su hijo, Luis Suñer Picó, fallecido joven mientras presidía al club perpetuando así su memoria en cada gol local.

Noches grandes y visitas ilustres

El Luis Suñer Picó enseguida se volvió sinónimo de orgullo alzireño. Con capacidad para unos 5.000 espectadores, vivió llenos memorables en aquellos años en que Alzira rozó el ascenso a Segunda División. Las inversiones de su mecenas lo dotaron de iluminación moderna en 1974 y de un césped impecable donde incluso jugó el mítico Ajax de Rijkaard y Koeman en 1984. Bajo sus focos surgieron hazañas: un ascenso a Segunda en 1988 con el estadio a rebosar. o la conquista de la Copa Federación en 2001 ante la atenta mirada de sus pobladores. En sus vestuarios se han cambiado promesas que luego fueron estrellas en Primera – Andrés Iniesta, Pepe Reina, David Silva – cuyos primeros pasos pasaron por el césped alzirista.

Medio siglo de identidad alzireña

Hoy, aquel estadio nacido del arroz y el cartón sigue en pie y modernizado. Su silueta azulgrana a la orilla del río cuenta la historia de una ciudad y de un empresario generoso que creyó en el deporte como legado. Cada domingo, cuando la afición ruge bajo la cubierta de tribuna, resuena el eco de don Luis Suñer diciendo: “Alzira tendrá un estadio digno de su nombre”. Y así fue. El Luis Suñer Picó cumple más de medio siglo como el templo futbolístico de la Ribera, testigo mudo de glorias pasadas y esperanza de las futuras generaciones de alziristas.