El enfrentamiento entre Atlético Saguntino y Villarreal C dejó una de esas imágenes que el fútbol regala de vez en cuando: Marc y César Bonafé, hermanos y formados en la misma pasión, coincidieron en el césped como rivales en partido oficial. César, de 19 años, completó los 90 minutos con el conjunto groguet; Marc, de 22, entró desde el banquillo en el tramo final y compartió campo con él durante veinte minutos. Una escena sencilla, natural, pero cargada de significado.
Dos caminos en el fútbol valenciano
Ambos con raíces ecuatoguineanas, los Bonafé representan dos trayectorias que discurren paralelas, aunque no idénticas. César se ha ido ganando espacio en el Villarreal C en las últimas semanas: suma 395 minutos y 3 goles, cifras que reflejan su creciente participación en un equipo que pide velocidad, disciplina y talento joven. No es una pieza fija aún, pero sí un futbolista en clara progresión.
Marc, por su parte, sigue dando pasos en su adaptación al Saguntino. Ha participado en cuatro encuentros saliendo desde el banquillo y trabaja por encontrar continuidad en un grupo con altas aspiraciones. Su aparición en el duelo ante el Villarreal C le permitió vivir un momento especial: compartir partido con su hermano pequeño al otro lado.
Noventa minutos para recordar
El choque no se detuvo por la anécdota. Cada uno jugó para su equipo, con la concentración que exige una categoría tan dura como la Tercera Federación. Pero la coincidencia entre hermanos aportó un matiz distinto a la tarde: esa sensación de que, bajo el mismo balón que separa y une a la vez, también caben las historias personales.
No hubo más que lo que pide el fútbol: competir con seriedad, saludarse con naturalidad al final y marcharse cada uno hacia su vestuario. Para los Bonafé, el partido quedará como un punto de encuentro inolvidable para el resto de sus carreras. Para la categoría, como una de esas situaciones que recuerdan que detrás de cada jugador hay un origen común y un recorrido que merece ser contado.
