Cuando hablamos de los objetivos de un equipo, desde la psicología vamos más allá de poner como objetivo quedar el primero, quedar segundo o no descender. Consideramos que son tres los objetivos de un equipo a desarrollar durante la temporada: la inteligencia cognitiva, la social y la emocional.
En el artículo de esta semana vamos a tratar sobre la inteligencia emocional. Según Goleman, el máximo exponente de este aspecto, la inteligencia emocional es la capacidad del individuo para identificar su propio estado emocional y gestionarlo de forma adecuada. Goleman afirma que esta inteligencia engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía o la agilidad mental.
Todo lo anterior nos indica que los seres humanos somos, principalmente, seres emocionales. La emoción es el sentimiento que nos domina la mayoría de veces, por tanto, en una situación estresante y límite para la emoción como un partido de fútbol, controlarlas es imperativo.
Un jugador inteligente emocionalmente tiene que tener cuatro características básicas: autoconciencia, autogestión, conciencia social y gestión de las relaciones. Las dos primeras son las competencias emocionales que se refieren a uno mismo, mientras que las dos restantes son las que se refieren a los demás.
La autoconciencia es como su propio nombre indica, el conocimiento de las emociones de uno mismo y el efecto que tienen en el juego. Las personas con autoconciencia en el campo son personas que conocen sus limitaciones para saber donde mejorar y sus puntos fuertes, además reciben las críticas constructivas. Por último, son conscientes de cuando necesitan la ayuda de los demás y la piden sin problemas.
La autogestión estaría relacionada con la autoestima, la actitud positiva ante la vida, responsabilidad, capacidad de análisis de las normas sociales, la capacidad de ayuda como hemos dicho antes. Un jugador con autogestión emocional controla a la perfección sus sentimientos y no dejan que los nervios se apoderen de ellos en situaciones de estrés.
La conciencia social es el tercer aspecto importante, está relacionada con aspectos como la empatía, es decir, comprender también los sentimientos de los compañeros para entenderlos mejor, para esto hay que favorecer la comunicación no verbal. Por tanto lo convierte en un aspecto deportivo tremendamente importante.
Por último la gestión de las relaciones, aquí tenemos tres aspectos importantes:
– La inspiración, ser un referente para los compañeros, capacidad de mostrar un objetivo común e impulsar a los compañeros con una visión sobre su posible desarrollo deportivo
– La influencia, encontrar un interés común para todo el equipo, ser apoyado por todos los miembros del equipo, ser capaz de trascender en el desarrollo deportivo de los compañeros.
– Capacidad de impulsar el cambio en el equipo cuando existe un estancamiento. Fomentar la evolución del grupo.
En definitiva, para tener una buena inteligencia emocional hay que dominar los aspectos que hemos tratado en este artículo. Para eso hay que realizar durante las semanas en los entrenamientos un trabajo duro y exhaustivo para conseguir todas las características que hemos nombrado y así podrá cada jugador convertirse en un mejor compañero y deportista.