Alcanzar la élite no es fácil: requiere esfuerzo, dedicación y talento. En el caso de Anderson Luís de Abreu Oliveira, más conocido como Anderson, solo le bastó con lo último. Cuando fichó por el Manchester United con tan solo 19 años por 30 millones de euros, su carrera parecía elevarse hacia el estrellato. Pese a levantar una Champions League –entre otros títulos-, nunca ofreció lo que se esperaba de él.
Siete años como red devil donde no pudo demostrar su valía… o no quiso. Así lo narra su excompañero, Fabio da Silva, en la autobiografía que ha escrito junto a su hermano Rafael: «Podíamos ir en el autobús del equipo, pasar por una estación de servicio en la autovía y escuchar a Anderson saltar y gritar de manera impulsiva: ‘McDonald’s, McDonald’s'», afirma.
La adicción a las hamburguesas privó a Anderson de ser el mejor futbolista del mundo
«Tuvo muchos problemas de lesiones de importancia, además de sus problemas a la hora de comer en la manera en que lo hacía, esto comenzó a afectarle. No era una coincidencia que su mejor forma llegase cuando encadenaba muchos partidos de manera consecutiva, porque en esos momentos no podía comer tanto», comenta el excompañero de Anderson en uno de los capítulos.
«Diré algo sobre Anderson, si hubiera sido un futbolista más profesional, podría haber sido el mejor del mundo. Digo esto totalmente en serio. No sé si se tomó algo en serio alguna vez. Simplemente le encantaba la vida fácil y sencilla«, concluye. La adicción a las hamburguesas hizo que su carrera fuese cuesta abajo hasta retirarse con 33 años en el Adama Demirsport turco, donde actualmente ejerce como entrenador asistente.